lunes, 2 de junio de 2014

Prolegómenos a toda metafísica del porvenir que haya de poder presentarse como una ciencia, de Immanuel Kant

Prólogo de Julián Besteiro
(Catedrático español, 1870-1940)

El genio austero de Kant, para el cual el aplauso de la  multitud debe avergonzar tanto al filósofo como  envanece al charlatán, sintió también alguna vez la  nostalgia de la popularidad.  Ya, inmediatamente después de la aparición de la  Crítica de la Razón Pura, tenía su autor el  presentimiento de que, esa obra fundamental de su vida,  había de lograr solamente acceso a un número muy  limitado de espíritus, y, en una carta dirigida a su admirador, el Profesor de Königsberg, Schultz, se queja del tormento que le produce no ser entendido casi por nadie.

La realidad superó, sin embargo, las previsiones del  gran filósofo.  El mismo Moisés Mendelssohn, tan admirado por Kant, había dejado de leer la Crítica por imposibilidad de entenderla; el Profesor Schultz decía, en 1784, que la oscuridad e incomprensibilidad de la obra es de tal naturaleza que, en general, se la «mira como un libro sellado que nadie puede abrir», y que «para la mayor parte del público sabio es tanto como si estuviese escrita en jeroglíficos.»

Los críticos callaban ante el temor de arriesgarse en un trabajo que suponía tantos esfuerzos por la prolijidad del libro, por sus dimensiones y por la dificultad de los pensamientos en él contenidos. Se le «honró, durante algún tiempo, con el silencio», dice con amargura su mismo autor, y cuando, en 1782, apareció la primera crítica en el Göttinguer Anzeigen von gelehrten Sachen, este juicio, que produjo gran impresión en el mundo culto y pareció al mismo Hamann «fundamental, justo y decoroso», provocó en Kant la indignación que el lector puede apreciar en la primera de las cartas insertas en el apéndice de este volumen. Todo esto explica el hecho de que, desde poco después de la publicación de la Crítica de la Razón Pura, acariciase Kant el proyecto de popularizar su contenido por medio de un trabajo más breve.

En efecto, ya en una carta que dirigió a Marcos Herz, y que debe considerarse como posterior al 11 de Mayo de 1781, hablaba de un plan que tenía en el pensamiento «según el cual también podía adquirir popularidad la Metafísica.» De la existencia de este plan se conservan varios testimonios, especialmente en la correspondencia de Hamann con Herder y con el editor  Hartknoch.

Si constituyen o no los Prolegómenos la realización de este proyecto, es una cuestión muy debatida. La dificultad del problema nace, principalmente, de la ambigüedad de las formas de expresión del fundador del criticismo, cuyo espíritu vacilante y contradictorio se revela hasta en los más pequeños detalles.

Por una parte, nos encontramos con que Kant nos dice, al principio de este libro, que «no se ha escrito para principiantes, sino para futuros maestros»; por otra, nos advierte que, el método empleado en él, a diferencia del empleado en la Crítica de la Razón Pura, es el método analítico que, según afirma el mismo autor en su Lógica, es el más adecuado «para el fin de la popularidad.»

No entra en nuestras intenciones conducir al lector al través del complicado laberinto de la discusión, sostenida principalmente por Erdmann y por Arnoldt acerca del origen de la obra cuya traducción ofrecemos al público español. El mismo Vorländer, que ha tomado también parte en la controversia, la considera de poca monta para el avance de los estudios filosóficos.

Lo único que podemos afirmar es que, la índole misma del libro y el efecto que produjo en el público, más que la opinión de Arnoldt, parece confirmar la de Erdmann, según el cual no es este trabajo una obra de vulgarización, sino un mero resumen de la Crítica de la Razón Pura, redactado sobre un proyecto primitivo, en
el cual introdujo su autor algunas modificaciones con el intento de contestar a las censuras del Göttinger Anzeigen.

Si, como opina Arnoldt, hubiese utilizado Kant, para redactar los Prolegómenos, el plan de vulgarización que trazó poco después de aparecer la Crítica de la Razón
Pura, habría que convenir en que sus esfuerzos no fueron coronados por el éxito.
«La queja fundada en la incomprensibilidad del sistema de Kant ha cambiado poco por ahora», escribe Schultz en 1784 y aún añade: «parece que no se huye menos de los Prolegómenos que de la Crítica.» Por su parte, un tal Lissius, que leyó el libro y lo juzgó, dice que «Kant debería haberle escrito en latín o en francés..., quizá (prosigue) hubiese tenido, de este modo, la, fortuna de hacerle más inteligible y, para honra de los alemanes, lo habría dado así a conocer a los extranjeros, que no lo leerán, tal como hoy está escrito, porque no lo  pueden entender.»

Tal es, en efecto, la dificultad de la interpretación del  lenguaje kantiano, que no hubiese yo tenido nunca el  atrevimiento de publicar esta traducción, si no hubiese  creído poder contar con el auxilio de algunas  circunstancias favorables.

Es la primera de estas circunstancias la de  considerarme en posesión de un cierto hábito de manejar  los conceptos propios de la filosofía crítica, merced al  influjo recibido durante varios años por parte de algunos maestros españoles, verdaderamente familiarizados con el pensamiento de Kant.

Es otra de estas circunstancias la asistencia que en mi trabajo me ha prestado, con un desinterés que sólo puede encontrarse en los medios de superior cultura, mi inteligente y noble amigo, el doctor Otto Buck, de la Universidad de Marburgo.  Para la estimación del valor que esta traducción de los Prolegómenos pueda tener, la cooperación del Dr. Buck  debe contarse como un factor decisivo. Otto Buck, uno de los discípulos predilectos del  Profesor Cohen, es hoy una de las personas que conocen  mejor en Alemania la literatura kantiana. Altamente  considerado, entre los filósofos de su país, por sus  trabajos originales, se halla hoy encargado de la dirección de importantes publicaciones científicas y literarias, y es uno de los colaboradores de la nueva edición de las obras de Kant, que ha de reunir todas las ventajas de la edición de la Academia, a más de la de anticiparse a su terminación.

La cooperación del Dr. Buck no se ha reducido a una  ligera revisión de mi manuscrito, sino que ha consistido  en un análisis concienzudo de cada uno de los párrafos, atento siempre a conservar con la más estricta fidelidad, el pensamiento del autor, aún en aquellos pasajes en que, yo creía lícitas ciertas libertades en obsequio a la pureza  de la forma castellana.

Si, con esto, al lector superficial, es posible que le  parezcan harto violentas algunas formas de expresión empleadas en esta obra, es indudable que, en cambio, habrá de conseguirse una ventaja esencial en provecho del que tome en sus manos este libro con un fin de investigación y de estudio. Aparte de que, en una traducción de esta índole, más que en otra alguna, debe el traductor ser un esclavo del texto original, sin que le sea permitida la arrogancia de pretender embellecimientos de un escrito que tiene ya, en la profundidad de la reflexión, la mayor de las bellezas.

No pretendo, con esto, poner, las faltas que en mi  trabajo haya podido cometer, al amparo de la autoridad ajena.  Lejos de eso, espero que, tanto mis maestros como los jóvenes filósofos neokantianos españoles, habrán de poner algún cuidado en la corrección de los errores en que yo haya podido incurrir y, si el favor del público hiciese necesaria una segunda edición de este libro, conseguida desde un principio, como creo, la exactitud en lo fundamental y, más tarde, la rectificación de las faltas posibles de detalle, los mismos filósofos kantianos españoles podrían contar con un texto capaz de suplir el estudio, siempre difícil, del original alemán o, por lo menos, de servir como clave segura de interpretación de una obra que tanta influencia ha ejercido en la creciente  expansión del criticismo desde 1784, y que está reputada como uno de los mejores medios de introducción en la  filosofía crítica.

Pero el interés científico del estudio de las obras de  Kant, no es exclusivo de aquellos pensadores que comulgan en los mismos principios de este gran maestro. Si el laudable interés por las cuestiones filosóficas que manifiesta una parte selecta de nuestra juventud es algo más que una inclinación pasajera, es de presumir que, además de las tendencias hasta hoy iniciadas, se inicien y desarrollen otras nuevas y que, al lado de los que ponen condicionalmente en entredicho los textos de Metafísica, hasta tanto que recaiga un fallo definitivo acerca de la posibilidad de esta ciencia arrogante, aparezcan otros que den el fallo por pronunciado y que, tal vez más influidos por los hábitos que engendran las prácticas científicas, no sientan esas exigencias de totalidad, en el proceso de lo condicionado a sus condiciones, que sólo puede ver satisfechas la razón en el conocimiento de las cosas en sí mismas, ni experimenten la necesidad de esa policía dialéctica a cuya falta atribuye Kant el origen del escepticismo.

Es indudable que, a espíritus así orientados, ni se les puede pedir ni aconsejar que consuman su existencia en el estudio de un sistema filosófico que si, como todos los grandes sistemas, brilla más por la crítica que por la construcción, no establece una clara línea divisoria entre la parte negativa y la constructiva, y agota las fuerzas más vigorosas de la inteligencia en el descubrimiento de eternas contradicciones.

Pero, para estos mismos espíritus nuevos, que de la juventud esperan la ciencia y la filosofía en España, no pueden quedar las doctrinas del gran filósofo alemán como encerradas en el misterio de una enseñanza esotérica, en un recinto vedado a las miradas de los profanos, ni puede carecer de interés la ascensión a las grandes cumbres del pensamiento por los mismos senderos de la filosofía crítica, si bien, al terminar la  ascensión, puedan descubrir horizontes muy distintos de
los que creyó divisar el maestro. Tal vez ellos sean los mejor dispuestos para esclarecer multitud de problemas, tales como los relativos a los juicios sintético a priori, a los conceptos de límite y limitación, etc., que, si han sido profundamente planteados por el gran filósofo, no han alcanzado en su estudio, y quizá tampoco en estudio alguno posterior, esa admirable precisión y seguridad que todo lector puede apreciar en los pasajes que tratan de la exposición de las antinomias de la razón pura.

Muchos pasos se han dado, sin embargo, ya en este camino de perfeccionamiento, y buena prueba de ello es el admirable estudio que, para epílogo de esta obra, ha tenido la bondad de escribir el Profesor Cassirer, de la Universidad de Berlín, uno de los más jóvenes y más ilustres representantes del neokantismo en Alemania.



Si, atraído por los sugestivos pensamientos que el profesor berlinés expone en su epílogo, quisiera alguien estudiar más ampliamente las doctrinas de este filósofo,  puede encontrar una amplia exposición de ellas en la  obra del mismo autor titulada: Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissenschaft der neueren Zeit.  En todo caso es de suponer que, los lectores de este libro, habrán de tomar alguna parte en el profundo reconocimiento que yo siento hacia el ilustre maestro que ha añadido con su estudio un nuevo interés a esta obra y ha ofrecido con ello un testimonio manifiesto de la favorable acogida que, los hombres de ciencia  extranjeros, dispensan a nuestros esfuerzos por la elevación de la cultura propia, aunque estos esfuerzos sean de índole tan modesta como el mío. Toledo 6 Diciembre 1911.

Estos Prolegómenos no son para uso de principiantes,  sino para futuros maestros y, aun a éstos, no les deben servir para la exposición de una ciencia preexistente,  sino, ante todo, para la invención de la ciencia misma.  Hay sabios, para los cuales la historia de la filosofía  (tanto la vieja como la nueva) es su filosofía misma; para
ellos no se han escrito estos Prolegómenos. Necesitan  esperar hasta que hayan terminado su tarea los que se esfuerzan por coger agua de la fuente misma de la razón y, entonces, les llega su turno y dan al mundo noticia de lo sucedido. En cambio, según su opinión, nada puede decirse que no haya sido ya dicho en otro tiempo, y esto puede, en efecto, valer como una infalible predicción  para todo lo porvenir; porque, como el entendimiento humano, durante muchos siglos, ha fantaseado de muchos modos sobre infinitos objetos, no es difícil que, para cada cosa nueva, se pueda encontrar alguna otra  vieja que tenga con ella alguna semejanza.

Mi intención es convencer a todos los que encuentran de algún valor ocuparse en el estudio de la metafísica, de que es absolutamente necesario, antes de emprender su trabajo, que consideren como no sucedido todo lo que ha pasado hasta aquí, y, ante todo, se formulen esta pregunta: ¿es posible algo semejante a la metafísica? Si es una ciencia, ¿por qué no puede ser objeto, como las otras ciencias, de una aprobación permanente? Si no es ciencia, ¿por qué hace incesantes alardes de tal y detiene al entendimiento humano con esperanzas, si nunca extintas, jamás satisfechas? Sea su ser o su no ser lo que se pueda demostrar, es preciso llegar a una conclusión segura acerca de la naturaleza de esta ciencia arrogante; porque, con respecto a ella, es imposible que permanezcamos más largo tiempo en la misma situación.

Parece casi digno de risa que, mientras todas las ciencias progresan incesantemente, la que se tiene por la sabiduría misma, cuyo oráculo todos los hombres consultan, dé vueltas siempre en la misma dirección, si estudiar más ampliamente las doctrinas de este filósofo, puede encontrar una amplia exposición de ellas en la obra del mismo autor titulada: Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissenschaft der neueren Zeit. En todo caso es de suponer que, los lectores de este libro, habrán de tomar alguna parte en el profundo reconocimiento que yo siento hacia el ilustre maestro que ha añadido con su estudio un nuevo interés a esta obra y ha ofrecido con ello un testimonio manifiesto de la favorable acogida que, los hombres de ciencia extranjeros, dispensan a nuestros esfuerzos por la elevación de la cultura propia, aunque estos esfuerzos sean de índole tan modesta como el mío.

Dirección para bajar texto completo: file:///C:/Users/Ram%C3%B3n/Downloads/kant7.pdf

Dirección para accesar a un Mapa Conceptual sobre la obra "Crítica a la Razón Pura", de Kant: https://www.flickr.com/photos/rafaelrobles/6140797774/lightbox/


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